sábado, 29 de septiembre de 2012
Richard Avedon
“A menudo siento que la gente viene a mí para
ser fotografiadas, como irían a un médico o a una adivina — para averiguar cómo
son. Así que ellos dependen de mí. Tengo que comprometerlos. De lo contrario no
hay nada que fotografiar. La concentración tiene que salir de mí y hacer que
participen. A veces la fuerza crece tan fuerte que los sonidos en el estudio
siguen sin oírse. El tiempo se detiene. Compartimos una intimidad breve e
intensa. Pero es inmerecido. No tiene pasado… ni futuro. Y cuando la sesión ha
terminado, cuando la imagen está tomada – no queda nada, excepto la fotografía…
la fotografía y una especie de vergüenza. Ellos se marchan… y yo no los
conozco. Casi no he oído lo que han dicho. Si me encuentro con ellos una semana
más tarde en una habitación en algún lugar, espero que no me reconozcan. Porque
no siento que realmente estuve allí. Al menos la parte de mí que era, ahora
está en la fotografía. Y las fotografías tienen una realidad para mí que la
gente no tiene. Es a través de las fotografías que les conozco.”
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